“Land Art”. Arte de la tierra

 


 

 

Por Susana Benko.

Como su nombre en inglés indica, la corriente artística conocida como “Land Art” (“arte de la tierra”) refiere a las intervenciones que algunos artistas realizan a un paisaje para producir sensaciones estéticas y reflexiones en el espectador. Esta práctica comenzó a finales de los años sesenta del siglo XX y, aunque muchos artistas trabajaron de manera independiente, sin pretender crear un movimiento, adquirió relevancia y hoy se la considera una de las manifestaciones más importantes del arte contemporáneo. En el “Land Art” el soporte de la obra es el paisaje. El artista lo interviene haciéndole modificaciones, sea con los propios recursos naturales —alterando la topografía, abriendo zanjas, removiendo la tierra, etc.— o bien adicionándole elementos que transforman sustancialmente su aspecto por medio de instalaciones.

Tienen por lo general carácter efímero. En algunos casos son apenas trazos, huellas o improntas sobre un terreno, escogido mayormente en lugares poco frecuentados, y resultan de acciones que luego son visibles mediante fotografías y videos. En este grupo podemos mencionar, por ejemplo, a Richard Long, quien en una ocasión marcó una línea recta sobre la hierba mientras él caminaba; Dennis Oppenheim, quien trazaba monumentales dibujos sobre extensos terrenos baldíos o en la nieve; Ana Mendieta, quien dejó en la tierra la impronta de su cuerpo. Muchas de estas prácticas tienen algo de “performance”, lo que implica una manera de encarar la relación entre arte y vida. Otros artistas han alterado significativamente la estructura topológica o la apariencia de un paisaje. Obras referenciales son la “Espiral Jetty” de Robert Smithson y los “túneles solares” de Nancy Holt, ambos realizados en el Gran Lago Salado en el desierto de Utah; la pareja Christo y Jeanne Claude, quienes “empaquetaron” paisajes naturales y urbanos, entre muchos otros más.

Estas acciones han tenido varias motivaciones y objetivos. Uno de ellos es recuperar la conexión mística con la naturaleza. Algunos manteniendo carácter íntimo y testimonial. Otros aprovechando el impacto que supone realizar obras monumentales a gran escala con el fin de alertar problemas ecológicos y la destrucción del medio ambiente. En definitiva, son acciones que estrechan la relación del hombre con la naturaleza.

En América Latina esta práctica artística ha sido utilizada con una intención que trasciende al acto de transformación de un paisaje. Se da otra intención: convertir metafóricamente un espacio en “territorio de identidad”. Esto quiere decir que el artista lo transforma para dejar una huella o una grafía, sea para remitir a las raíces primigenias, por ejemplo, de las culturas indígenas, como para expresar esa compleja identidad latinoamericana a través del sentido de pertenencia a la tierra. Más allá de las transformaciones formales —como realizar pictografías, mover rocas, cavar la tierra, etc.—, muchos de estos artistas realizan estas acciones como una toma de conciencia de los contenidos históricos, sociales, culturales e incluso políticos que atañen a nuestra realidad particular.