Rostros emblemáticos. Retratos y autorretratos de Francis Bacon

Por Susana Benko.
Francis Bacon, pintor de origen irlandés, fue un destacado e influyente artista figurativo cuya obra impulsó cambios notables en la pintura del siglo XX. Son muchas las cosas que pueden decirse acerca de él. Para comenzar, la importancia que le daba al cuerpo humano, cuya apariencia crudamente deformada, estaba sujeta a su subjetividad y situación emocional. Para Bacon, una imagen figurativa, debía expresar «tensión». Si no era así, no estaba pasando nada.
Una pintura trágicamente tensa implica, en su caso, una fuerte distorsión de la figura. Esto no se dio solo. Admiró, por ejemplo, el Autorretrato de Rembrandt, realizado hacia 1659, cuyo rostro y pinceladas «no racionales», como el mismo Bacon lo describió, le pareció próximo a lo «antirrepresentativo». También tuvo especial aprecio por el Picasso de finales de los años veinte, cuando pintó formas orgánicas que distorsionan la figura humana. Bacon asociaba esta condición «irracional» con el «accidente» y este tiene que ver con la manera como se conciben las formas. Formas que no están previamente pensadas, sino que surgen por una cadena de procedimientos imprevistos, cuyo resultado pictórico deriva a nuevas formas cada vez más inusitadas.
Para Bacon pintar fuera de los esquemas de la tradición y sustentar la creación en los sentimientos privados, e incluso, en lo más cercano «al propio sistema nervioso» de lo que se «es capaz», es una manera de acercarse al «autorretrato», por lo tanto, de aproximarse a la vida. Estas ideas, se las confesó al crítico de arte David Sylvester en múltiples entrevistas realizadas entre 1962 y 1975.
En estas conversaciones, Bacon señaló, asimismo, que la emocionalidad que se expresa en el arte abstracto le resulta débil, mientras que en la imagen representativa, directa y cruda, es como se plasma la mayor tensión posible. El hecho de que el arte cambie a través del tiempo, es porque, según él, los instintos cambian y los sentimientos se renuevan. Es una propuesta profundamente emocional. El reto está en cómo «plasmar la apariencia». Si es en un retrato o autorretrato, ¿cómo plasmarla mediante pinceladas accidentales y no racionales? Bacon intentó explicarlo a Sylvester de esta manera: «Yo intento siempre, a través del azar o el accidente, hallar un medio de que la apariencia pueda estar allí, pero reconstruida, partiendo de otras formas». Y agregó: «puedes dibujar la boca cruzando la cara como si fuese una abertura de toda la cabeza, y, sin embargo, puede parecer la boca». Al final, él reconoce que es necesaria «la representación para hacer visibles ciertas partes de la cabeza y del rostro que, de lo contrario, quedarían en puro diseño abstracto».
Estas reflexiones y muchas más, fueron publicadas en el catálogo de la exposición Francis Bacon que se realizó en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas en 1978. El museo tenía apenas cuatro años de creado y, esta exposición, fue una de varias que allí se realizaron con artistas de reconocida trayectoria internacional.
