Engañar al ojo. Parte II

Por Susana Benko.
En nuestro relato anterior, habíamos señalado que algunos artistas a lo largo de la historia han utilizado el llamado trompe l’œil (trampa al ojo o trampantojo) para engañar visualmente a los espectadores. En efecto, el dominio de las técnicas pictóricas y de todos los elementos expresivos es tal, que estos artistas virtuosos logran hacernos creer que algunos objetos presentes en un cuadro no están pintados sino “adosados” porque parecen reales. En muchos casos, llegan a engañarnos de tal manera que estos objetos, incluso, parecen salir de los límites del marco. Sin duda, para engañar al ojo, hay que dominar de manera muy exacta y detallada cómo representar formas, texturas, colores, escala y proporcionalidad, de cualquier elemento existente en la realidad.
Lo que nos lleva a una interesante reflexión: ¿toda pintura realista conlleva un engaño visual? ¿Cuál sería la demarcación en estos casos entre lo aparente y lo real? ¿Qué lo determina? Son respuestas que parecen obvias y, sin embargo, hay “matices” que debemos considerar.
Cuando hablamos de una pintura realista, entendemos en primer lugar que se trata de una obra figurativa cuyo objetivo es representar el mundo y sus componentes -sean situaciones humanas, paisajes, naturalezas muertas o cualquier otro tema-, tratando de ser siempre veraz con respecto a lo que el ojo ve. Ahora bien, esta pintura, cuyo origen se remonta a los años finales del siglo XIX en Francia, no pretendió esconder o enmascarar su condición pictórica. De hecho, los artistas de entonces quisieron dar una visión objetiva y a veces crítica de una realidad social que se estaba viviendo y no seguir con un idealismo romántico que ya entonces carecía de sentido. No requerían para ello pintar con detalles minuciosos, sino de expresar la esencia de una escena con pinceladas evidentes, visibles. Por tanto, no se engañaba al ojo del espectador.
No obstante, en el hiperrealismo, tendencia proveniente del arte norteamericano que surgió a partir de los años 60 del siglo XX, ocurre otra situación. Algunos críticos lo consideran como una consecuencia del movimiento realista al inspirarse en la veracidad fotográfica de una imagen, exacerbando los detalles a un nivel extremo. En muchos casos logran engañar al ojo. Y ello es posible no solo por el enorme dominio técnico que tienen los hiperrealistas de la pintura -y vale agregar también de la escultura- pues según los casos, se valen de diversos medios, entre ellos la fotografía, incluso la robótica, para crear obras literalmente fieles a la visión de la realidad.
Pero, el objetivo del hiperrealismo no es en primera instancia engañar al ojo. Si bien ello puede suceder, incluso de manera muy jocosa, este respondería más bien en mostrar las posibles maneras de representar de manera veraz la realidad. Lo que nos lleva a la pregunta inicial: ¿puede nuestra sola percepción visual determinar qué es aparente y qué es real? Una respuesta que, en el fondo, depende de la experiencia individual de cada espectador.
