Satírico Satie (un músico que ríe) 3

 


 

 

Por Rafael Castillo Zapata.

He dicho, y dije bien, que cuando leo a Satie me pongo a reír, inevitablemente. Digo leo a Satie, pero Satie no es, al menos hasta donde todo el mundo sabe (es un decir), un escritor sino un compositor.

Es cierto, por supuesto, que los músicos -es decir, los compositores- son también, a su modo, escritores. Su caligrafía (o su estenografía) son los puntos negros, los palitos y las alitas de las corcheas y semicorcheas, las barras que las agrupan, los calderones, las blancas, las negras y las redondas, y demás artilugios de la escritura musical; su papel en blanco viene ya rayado con el clásico pentagrama, y allí, sobre esas cinco cuerdas tensas, tiende el compositor sus garrapatas sonoras, las engancha, las distribuye como quien cuelga acompasadamente la ropa interior con bellas pinzas de colores en las cuerdas de un traspatio.

Pues bien, un compositor es también un escritor. Eso no se puede negar. Pero lo que sí no es tan habitual es que el músico sea un escritor (de música) cómico; y menos habitual aún es que el músico sea a la vez un escritor sin más, como un narrador o como un poeta. Satie lo fue de ambos tipos. Y allí radica su extradordinaria y estimulante singularidad.

Músicos cómicos ha habido muchos, incluso entre los serios: Saint-Säens y Ravel, por ejemplo, no han dejado de regalarnos con música incidental para provocarnos, si no la risa, sí una sonrisa y una sosegada hilaridad reconfortante al permitirnos disfrutar con su Carnaval de los animales o sus Mi madre la oca y El niño y los sortilegios.

Eso para no hablar del magnífico Offenbach, cuyas operetas son un modelo de cristalina comicidad melódica y argumental. Piénsese no más en su desternillante parodia de Monteverdi y de Glück en su inclasificable Orfeo en los infiernos.

Pero ninguno de ellos escribe comedias. Satie tampoco. Pero, en cambio, Satie ha escrito, por ejemplo, sus memorias, para burlarse de sí mismo y de los que las leen, amén de artículos, ensayos y poemas en los que se pone muy serio, en apariencia, sólo para reírse de último, sólo para reírse mejor.