Malcolm Lowry. Novelista de su vida (2)

 


 

 

Por Rafael Castillo Zapata.

No es fácil, hemos dicho, distinguir las fronteras que separan la vida de la ficción en el caso singular y admirable del inglés Malcolm Lowry, autor de una de las novelas más brillantes y complejas del siglo XX, Bajo el volcán.

Leyendo ésta y sus otras novelas, sentimos y constatamos que, a lo largo de su andadura de escritor, Lowry no ha hecho más que producir diversas versiones de su propia vida. Que casi no inventó nada, podría llegar a decirse. Que entre lo que tomó de su vida y lo que tomó prestado a los escritores que más amó y admiró Lowry no creó -al menos en el sentido convencional de sacar cosas del sombrero de la nada- sino que recreó.

Recreó su vida, recreó las creaciones ajenas, y así compuso sus obras. Pero, como quiera que fuera, esas recreaciones son geniales. Después de todo, crear es siempre recrear; y, por otra parte, tampoco es del todo cierto que no haya creado nada que no hubiera vivido o leído; pues lo vivido y lo leído se trasformaron en sus manos de mago en mundos posibles autónomos, originales y originarios, a pesar de (y también gracias a) sus préstamos, sus robos, sus expolios autobiográficos.

Muchos de sus personajes más memorables y admirables son él y al mismo tiempo no lo son: son otros, sin duda, innumerables encarnaciones de las multitudes espectrales que lo habitaban.

El célebre cónsul inglés en Cuenavaca de Bajo el volcán, por ejemplo, está construido a imagen y semejanza de su autor.

Lowry actúa, en este sentido, como el demiurgo que deposita en el personaje que ha creado, contenida en el soplo esperanzado que le insufla, toda su experiencia vital y anímica, con todos sus fantasmagorías y manías, sus delirios y sus sueños, así como toda su inteligencia de lector sensible y avispado, dueño de una pluma generosa y efectiva.

Algo parecido podría decirse a propósito del escritor que protagoniza Oscuro como la tumba donde yace mi amigo, donde, una vez más, Lowry se pone el propicio disfraz de un alter ego hecho a la medida para contar su primera peripecia mexicana, aquella de la que surge, como una prodigiosa erupción de lavas cabalísticas, Bajo el volcán.

Entre ambos libros derivaremos en las próximas entregas, que seguiremos dedicando a la vida y a la obra de este magnífico autor.