El colombismo de un poeta(V) videncia y providencia de la poesía



 

 

Por Rafael Castillo Zapata.

Por un balcón de la Unión Obrera
se ha caído una voz de orador.
Rebota en el asfalto;
un niño
la recoge,
la amansa,
la acaricia,
se la pone en la lengua
y la salva al oído de una mujer que pasa.

Este poema de Baedeker 2000, “Cine obrero. Argumentos”, pone en evidencia la potencia convocatoria de la voz proteica del poeta. Voz partida, compartida y repartida: voz que no se pierde, se recoge, se recicla, se disemina y no cesa de resonar. Así es la voz del poeta orante: comunica y provoca comunicación. El poema “Palabras del poeta en la tarde” nos permite constatarlo:

El Poeta del año 2.000
sube al estrado,
en el centro de la plaza.
Sobre él
diluvian dos millones de gotas de ojos. El poeta habla,
dice su canto nuevo,
el poema del año dos mil y uno.
Mientras los hombres oyen,
el mar, la tierra, el cielo, Dios y el Todo
se van llenando de Hombre.

En esto consiste la potencia oratoria de la poesía de Blanco, una poesía que interpela, reúne e integra en una sola voz unánime las voces múltiples de los hombres; voz resonante, voz ecuménica, voz democrática, imbuida de fuertes resonancias orales y dialectales. Voz en posición adelantada de un poeta que se asume y se presume pionero, investido de una fuerza prospectiva de videncia que le permite adelantarse a su propio tiempo para ofrecerle al hombre un itinerario posible del porvenir. Baedeker 2000 es, en este sentido, una suerte de guía o manual de orientación en ese viaje visionario hacia un futuro que dista apenas 60 años del presente -carcelario, de opresión- donde el libro se escribe.

Los itinerarios del libro son, de este modo, itinerarios de avanzada progresista: penetración del escalpelo moderno en la espesura de los territorios vírgenes para rotularlos bajo la determinación de órdenes geométricos, exactos; apología de la mecanización y de la ingeniería que encauza ríos y construye represas y eleva vastas ciudades razonadas, como lo insinúan poemas como “Carga”:

En el cáliz de las ensenadas se meten los barcos
y chupan la miel de los terrones.
Vienen los barcos cargadores de café
y chupan en el pezón del muelle.
Vienen los barcos cargadores de petróleo
y chupan el pico de los oleoductos.
Vienen los barcos cargados de vida
y el golfo los arrima a las ubres hinchadas.

o como “Cimarrón”:

Los leñadores iban abriendo paso
delante de los obreros del ferrocarril.
Selva adentro se metían los hombres,
con penetración hipodérmica
en el músculo de la montaña.