Gnosis: sapiencia divina

 


 

 

Por Humberto Ortiz.

Entre los siglos I y II, en la cultura mediterránea surgieron una serie de tratados que buscaban una conexión renovada con lo divino nutriéndose de la moral filosófica. Estos escritos fusionaban elementos del estoicismo vigente, la practicidad aristotélica, el misticismo platónico y las religiones de Siria y de Egipto, mezclando las ideas helénicas con las creencias sobre el alma y la vida después de la muerte propias de esas tradiciones.

Acercarse a la gnosis implicaba reconocer la identidad espiritual inherente al ser humano que impulsa el deseo de trascender lo material. Varios autores propusieron diferentes caminos sin establecer dogmas, que fomentaban una experiencia personal e íntima de lo divino que iluminaba al alma con la verdad. Aunque requerían preparación intelectual, no eran escritos especulativos. El encuentro con la divinidad exigía renunciar a lo temporal y, desde la palabra, involucrarse con las fuerzas primigenias.

En griego, gnosis significa conocimiento, similar a episteme. Sin embargo, la filosofía distinguía entre ambas: episteme era el conocimiento sólido, universal y fundamentado por el esfuerzo de la inteligencia humana, en cambio la gnosis era, desde Platón, un conocimiento particular. En el helenismo imperial la episteme aludía siempre a un pensamiento atento a sí mismo en tanto actividad, mientras que la gnosis se relacionaba más con el conocimiento de los ocultos secretos divinos.

La gnosis no implicaba solo creencia, sino una sabiduría inmediata y absoluta. Atraía a quienes buscaban introspección y conocimiento profundo de la vida. En lugar de discursos epistemológicos complejos, ofrecía senderos que apelaban a la experiencia individual y directa de lo sagrado y al autoconocimiento.

La palabra simbólica y la alegoría fueron esenciales en la búsqueda de esa sapiencia. Los textos reconocían que la sabiduría se transmitía mejor a través de metáforas que despiertan la percepción interna y conducen a una comprensión transformadora. Los mitos usados, de manera muy variada, representaban conocimientos abiertos a la salvación del alma.

Eran tratados secretos dispuestos solo para algunos iniciados. Postulaban que en el ser humano existía una centella divina sometida al destino y a la muerte; su chispa debía ser despertada para que se reintegrara a su origen y lograra así un conocimiento intuitivo del mundo, que revelara la verdadera naturaleza divina de las cosas, al conectar al alma con la armonía del Todo, o con lo Uno.

La revelación gnóstica sería una verdad superior al conocimiento racional y a la fe; una experiencia empírica y trascendente, una revelación divina en la interioridad del individuo, accesible solo a los elegidos.

El término "gnosticismo" fue acuñado por los primeros padres de la Iglesia para distinguir al cristianismo de esas doctrinas espirituales.


La unidad de la razón natural