El dios niño y los Titanes

 


 

 

Por Humberto Ortiz.

Al nacer Zagreo, el primer Dioniso, Zeus lo designa como su sucesor. Las Rapsódicas órficas contaban que el “dulce niño” asume inmediatamente los atributos paternos y se sube sólo al trono.

Las teogonías aludían a la unión incestuosa de Zeus con su madre, Rea, identificada en la tradición órfica con Deméter, de la que había nacido Perséfone. La madre, avisada del deseo divino por la hermosa doncella, la transforma en serpiente. El astuto seductor logra burlar la protección y, convertido igual en serpiente, se arrastra y fecunda el vientre de la hija.

Para prevenir los celos de Hera, la criatura recién nacida fue confiada a la custodia de los Curetes, quienes ya habían protegido al infante Zeus del voraz padre Crono. En efecto, la implacable diosa procuró que los Titanes matasen al pequeño. Ellos eran ya enemigos del dios olímpico y habían sido arrojados al Tártaro tras una larga guerra por los poderes celestiales.

Desde el siglo V a.C. se contaba que los Titanes se blanquearon el rostro con yeso y le llevaron juguetes a la criatura sagrada. Entre los regalos había un espejo que el crío curioseaba cuando fue atacado. Trató de escapar metamorfoseándose en distintos animales; de ahí quizá el nombre de Zagreo: “cazador de animales”. El cambiante dios adoptó finalmente la forma de toro. Los Titanes lograron despedazarlo y sus partes fueron cocidas, luego asadas y devoradas.

Se cuenta que Artemisa encuentra restos de Zagreo y se lo comunica a Zeus. Este, irritado, fulmina con sus rayos a los Titanes; de la sangre y las cenizas esparcidas sobre la tierra nació la humanidad. Los escritos órficos se esfuerzan por ilustrar la dual condición de las almas; la labor de cada una es la de aprender a expiar de sí la culpa titánica por la muerte del niño divino; hasta lograrlo, están obligadas a migrar de unos cuerpos a otros en sucesivos nacimientos.

Atenea logra salvar el corazón y, palpitante aún, lo entrega a Zeus. La afectuosa voluntad paterna quiso devolverlo a su lugar. Alguno cuenta que le pidió a Deméter unir los restos del dios despedazado; otro, que por desconsuelo mandó a modelar una estatua para animarla con el divino órgano. El relato más difundido narra que el padre logró que una mortal lo ingiriera, fecundándola así del segundo Dioniso. También contaban que el propio Zeus hizo de madre. Esta versión se ajusta a la manejada por la tradición oficial donde el amoroso progenitor gesta al hijo cosido al muslo tras la muerte de Sémele embarazada, fraguada por Hera.

Los rituales iniciáticos de los órficos buscaban procurar una vivencia anímica que enseñara que la vida temporal era solo el camino para alcanzar la purificación. Rememorar el padecimiento de Zagreo, permitía a cada alma reconocer el valor de la vida alejada de lo terrenal, en la que reina “el dios que siempre viene”, Dioniso: verdadera alma del mundo.


La unidad de la razón natural