Los "Objetos mágicos" de Mario Abreu

 


 

 

Por Álvaro Mata

Uno de los momentos más importantes del arte venezolano, no suficientemente valorado, fue el que escribió Mario Abreu con su serie de Objetos mágicos.

Nacido en Turmero, estado Aragua, en el año 1919, Abreu creció rodeado de la magia proveniente de los sincréticos altares religiosos a los que se asomaba, curioso, en casa de su madrina iniciada en el culto de la santería.

Adicionalmente, el joven se solazaba en acomodar la mercancía en los estantes de la humilde bodega donde trabajaba. “Disfrutaba organizando la estantería con latas de sardinas, dulces y refrescos —recordará luego Mario Abreu—. Todas las tardes ordenaba esos estantes porque no resistía verlos vacíos. Pienso que esos fueron los primeros objetos mágicos que empecé a percibir”.

En Caracas, no tarda en cursar estudios en la Escuela de Artes Plásticas, y en la década de 1950 marcha a París, donde traba relación con Marcel Duchamp, el creador de los ready-made, o ensamblajes artísticos elaborados con objetos encontrados en la calle. Abreu comienza a hacer lo propio, pero con un estilo personalísimo, impregnado de la magia del continente americano.

Conocidos en principio con el nombre de Santerías y luego con el de Objetos mágicos, estas obras fabricadas en negras cajas de madera congregan diversos elementos que en sí mismos no tienen mayor significación, pero que en conjunto logran transmitir una enorme fuerza que recuerda los altares de alguna devoción popular. Nada menos que magia es lo que emana de estas heteróclitas agrupaciones de conchas marinas, velas, espejos, cucharillas, muñecos de plástico, utensilios de cocina y materiales de desecho.

De esta manera, Mario Abreu aportó a la invención de Duchamp la bullente fuerza telúrica propia de América, abriendo así una brecha desconocida hasta entonces en el ready-made. En palabras del poeta y crítico Alfredo Chacón: “Estos objetos son la primera transformación verdaderamente enriquecedora de los postulados expresivos del pop-art y la solución más consistente al problema, ineludible cuando se ocupa en el mundo el puesto que nosotros ocupamos, de hacer valer a la altura del desarrollo de las artes plásticas, las estructuras de significación, las visiones del mundo de las cuales somos verdaderamente gestores”.