Arte de vanguardia: El Techo de la Ballena

 


 

 

Por Álvaro Mata

La década de los 60 del siglo XX fueron tiempos de rebeliones y protestas juveniles. Es la época de la Guerra Fría, el levantamiento del Muro de Berlín, el Mayo Francés, el movimiento hippie, el rock, la conquista del espacio, la sicodelia, por sólo nombrar algunos hitos que signaron el mundo que se conformaría después.

En Venezuela, se inaugura el período democrático y con él, la lucha armada clandestina. Paralelamente, intelectuales, artistas y escritores crean agrupaciones de carácter vanguardista que vendrán a animar nuestro panorama cultural, en las que el rechazo, la irreverencia y la contestación al sistema político serán santo y seña.

El Techo de la Ballena es el más recordado de ellos, por su abierta provocación y espíritu anárquico. Estuvo conformado por artistas plásticos y escritores de la talla de Adriano González León, Salvador Garmendia, Juan Calzadilla, Francisco Pérez Perdomo, Caupolicán Ovalles, Edmundo Aray, Alberto Brandt, Daniel González, Fernando Irazábal, Jacobo Borges y Carlos Contramaestre, entre otros.

El grupo comienza sus andares en el año 1961, con la exposición Para la restitución del Magma y la publicación del manifiesto-revista Rayado sobre el Techo. Tras esta inauguración se sucedieron diversas actividades que tendían a la exploración de lo feo, las basuras, lo necrofílico, lo urbano, y una experimentalidad que rozaba con el rechazo del arte canónico.

Es todo un documento el libro Duerme usted señor presidente (1962), en el que Caupolicán Ovalles dirige su afilado verbo contra un aletargado presidente ajeno a los problemas del país. Caupolicán debe huir al exterior apenas se publica la plaquette, pues lo busca la Digepol. Adriano González, su prologuista, caerá preso, y la edición será recogida por la policía.

Los hitos centrales del grupo estuvieron representados por muestras de arte, alcanzando particular resonancia el Homenaje a la Necrofilia (1962), de Carlos Contramaestre, que marcó el punto más alto de la provocación ante la sociedad alcanzado por el movimiento.

La exposición fue recibida como una profanación, debido a que Contramaestre buscaba precisamente la desacralización del tema de la muerte apelando al uso de materiales en descomposición como huesos, vísceras y excremento de reses.

El Techo de la Ballena buscaba agitar la falsa conciencia de la sociedad con planteamientos incómodos que sacaran al espectador de su zona de confort y lo obligaran a salir del letargo frente a la noción de “obra de arte” como algo prefabricado.

El grupo permanecerá activo durante tres años, hasta 1964, manifestándose esporádicamente hasta 1968. Hoy en día, sus publicaciones son objetos de museo y, decantado el panorama, El Techo de la Ballena pasó a convertirse en el grupo de vanguardia por excelencia de las artes en Venezuela.


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