El reino de Ramón Palomares

 


 

 

Por Álvaro Mata

Ramón Palomares tenía veintitrés años cuando publicó su primer poemario. Era 1958, el año en que la dictadura de Marcos Pérez Jiménez llegaba a su fin, y un grupo de jóvenes y atrevidos escritores, reunidos en torno al Grupo Sardio, se lanzaban a renovar el paisaje literario del país. Entre ellos, un muchacho trujillano, de una recia ternura y la mirada anclada en la tierra, nos ofrendaba El reino, un libro que se convertiría en una pieza referencial para la poesía venezolana del siglo XX.

En El reino, estamos ante un viaje vital, una celebración existencial del asombro ante el mundo. El diálogo con los elementos de la naturaleza es tan cercano que el viento no se siente, se toca. La vivencia de lo cósmico, de la tierra y sus ritos ancestrales, es tan intensa e íntima, que un jarro de leche se lanza al viento para salpicar la tiniebla de estrellas. Pero esta comunión no se establece solo con una naturaleza exterior y tangible, sino también con la que habita en nosotros, indomable y enigmática, una fuente inagotable de asombro y revelación.

Entre las páginas se abre paso Eros, encarnado en la mujer que se nos revela, y Tánatos, la muerte que nos arrebata a la figura del padre, pilar paradigmático que un día se desvanece. En el centro de este reino, la memoria de la casa de la infancia se erige como un altar. Una casa que no se abandonó, sino que fue arrancada, fugada, “llevada como un palio en lo alto”. La nostalgia se filtra en el poema, pero también la alegría que resplandece en los recuerdos.

“Mi primer libro, El reino, me encaminó definitivamente hacia la Poesía, y me enseñó como hasta hoy que era la belleza de la palabra mi único y verdadero camino hacia lo más profundo y acendrado de mi ser interior”, dijo el autor. El reino de Palomares es el de la iniciación a la vida misma, con sus ritos y secretos. Es un espacio donde el sueño “nos independiza/ de esta intemperie, de esta soledad,/ de esta enorme superficie sin salida”, y nos permite reconciliarnos con nuestra existencia.

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