Cheo Pérez, un pintor de Petare

Para nadie es un secreto que Petare constituye la cantera más rica de artistas populares de la ciudad de Caracas, o acaso de toda Venezuela, desde el siglo pasado. Nombres como los de Cruz Amado Fagúndez, Luis Alejandro Arvelo, Apolinar o la figura tutelar de Bárbaro Rivas vienen al quite cuando hablamos de artistas de sólida trayectoria y obra de postín, y hacen que difuminemos las odiosas fronteras entre arte culto y arte ingenuo.
José “Cheo” Pérez es, sin duda, el pintor popular más interesante del cantón petareño en las últimas tres décadas. Interesante por la sorprendente calidad, por el empeño y constancia, así como por las muy adversas condiciones en que ha desarrollado su obra.
Poco se sabe de la biografía de Cheo Pérez: que nació en Caracas en 1955, que estudió hasta tercer año de bachillerato, que obtuvo una calificación de 19 puntos en la materia de historia de arte, hito en el liceo que lo acogió, cuenta orgulloso, y que de ahí asistió a algunos cursos libres en la Escuela de Arte Cristóbal Rojas, momento en el que “toma el arte como una cuestión más seria”, dice.
Sin nada parecido a un taller en el que trabajar, Cheo pinta donde le provoque (en su rancho, en la calle, en la plaza o en el Museo de Petare), sobre las superficies más dispares (cartón corrugado, cartón piedra, MDF, madera) y con la paleta cromática acorde a los colores que la providencia disponga. Su estilo está cerca de una figuración expresionista muy personal, de pincelada libre y temblorosa. Los motivos son recurrentes, persistentes, constituyéndose en leitmotiv de su trabajo: calles, bodegones, flores, bailarinas, músicos y escenas circenses son su festivo repertorio temático, que contrasta con el adverso contexto donde se engendran. Alguna leyenda urbana se remonta a la infancia del pintor y relaciona estos motivos con el oficio de bailarina de su madre.
Aunque desapercibida para la mayoría y al margen de los grandes circuitos del arte, la obra de Cheo Pérez ha sido mostrada al público y apreciada oportunamente por los decanos de la crítica. Juan Calzadilla se refiere a él como “el maestro Cheo Pérez”. Perán Erminy dice que sus pinturas “son realmente excepcionales, muy excepcionales”. Y Francisco Da Antonio encuentra a “un autodidacta de aguda sensibilidad, acuciosa percepción visual y voluntarioso empeño de pintor que triunfa sobre todas sus flaquezas, carencias materiales y dificultades exógenas”.
A sus 70 años, Cheo Pérez sigue pintando, empecinado, porque “en esta época en la que mucha gente considera que todo está inventado, que todo está hecho, el arte es una reinvención”, como él mismo señala. Y eso hace que todo sea nuevo bajo el sol.
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