Armando Rojas Guardia, los libros y Dios

 


 

 

Por Álvaro Mata

Je suis moi-même la matière de mon livre”, anotó alguna vez Michel de Montaigne, padre del género ensayo. Y esta máxima es cabalmente aplicable al libro Crónica de la memoria, de Armando Rojas Guardia, un texto sincero hasta el extremo, conmovedor hasta el hartazgo, poseedor de una ética inquebrantable, como pocos en el panorama literario venezolano.

Los ensayos de Armando Rojas Guardia constituyen un cuaderno de bitácora de sus procesos vitales, que muestran una escritura a través de la que ha podido recorrerse y verse. Refiriéndose a su iniciación con los libros, interpelándose a sí mismo, se confiesa, nos confiesa, y anota: “Nada te era ajeno y, caminando sobre la cuerda floja de cada lectura peligrosa, aprendiste que un libro puede transformar en unas cuantas horas la concepción del mundo de una conciencia y precipitar a ésta en verdaderos abismos del conocimiento, troquelando inéditamente la sensibilidad y ensanchando o recortando de modo ascético la capacidad sensual de un hombre”.

Cual trozo de cera moldeable, la conciencia del escritor se dejó hacer entre libros que no eran letra muerta, sino palabra viva, lacerante. Con llamaradas de lecturas bien dirigidas, Rojas Guardia reorientó su temprano Cristianismo, entroncándolo con la literatura, sin que uno excluyera a la otra, asumiendo “la poesía como un sacerdocio (…) El poema vino pronto a suplantar a la oración en tu existencia cotidiana”, declara. La relación con Dios “sin dejar de ser orante, empezó a atravesar el tamiz que le ofrecía la poesía, adquiriendo otras formas de realización: esta vez las estéticas, las artísticas”.

Una nueva sensibilidad se cimentaba, nos dice, en “el amor incondicional por la forma, la pasión por la arquitectura verbal, por los dibujos y los arabescos mentales que se consiguen cuando uno dice bien, al ritmar la música del pensamiento con las oraciones cortas y largas, con los puntos y las comas, con todo el entramado vivaz y sonoro de la sintaxis”.

Toda una orquesta barroca dispuesta bajo la batuta de este genial director de orquesta llamado Armando Rojas Guardia, que es capaz de abordar cualquier tema, por trivial que parezca, para perfilarlo y eternizarlo con el más sinfónico de los lenguajes.

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