Arte, corporalidad y nuevos medios. Yeni y Nan: huellas de agua y de sal

 

 

Por Susana Benko.

Las artistas Jennifer Hackshaw y María Luisa González, mejor conocidas como Yeni y Nan, respectivamente, trabajaron a dúo entre los años 1978 a 1986. Ambas son, junto a Antonieta Sosa, artistas que hicieron con sus cuerpos en acción el motivo y el soporte de sus obras. Ellas formaron parte del movimiento performático que se desarrolló ampliamente durante esas dos décadas.

Esos años se distinguieron por la innovación y efervescencia del performance en Venezuela. También por las acciones e intervenciones de los espacios públicos. Entre los numerosos artistas que se alinearon a estas tendencias, Yeni y Nan destacaron especialmente. Sus intervenciones llamaban la atención por su belleza, sincronía, compatibilidad y unión espiritual. Practicaban las artes marciales y yoga. De ahí, tal vez, la exactitud de sus sutiles movimientos.

La vinculación con la naturaleza era esencial en sus acciones performáticas. Su premisa era ser uno con el cosmos y sus movimientos corporales seguían el ritmo del viento y del agua. Sucedió así en Araya, donde realizaron emblemáticos performances que fueron fotografiados. Con sus cuerpos crearon formas, círculos y siluetas, así como dejaron que la naturaleza accionara sobre la materia al dejar que las sales se cristalizaran sobre ellas o sobre objetos. Fue importante dejar huella cuando subieron montañas de sal, dejando atrás sus pasos. Ser con la naturaleza era, en definitiva, una alusión metafórica para recordar que de la tierra es de donde provenimos.

Otros dos performances inolvidables fueron: Integraciones en el agua (1981) e Integraciones contemplativas (1982). En ellos plantearon volver al “vientre materno”: ese momento exacto del antes y el después de nacer. Se colocaron en situación de alumbramiento, asumiendo la vivencia uterina o amniótica, pues estaban dentro de grandes bolsas transparentes llenas de agua. Allí se movían, “nacían”, “rompían fuente”. Luego, sentadas, sincronizaban movimientos con sus cuerpos semejantes a dibujos en el espacio.

En todas las acciones performáticas de Yeni y Nan existía un centro visual que denotaba un perfecto equilibrio entre cuerpo y mente. Era, en tal sentido, lo que consolidaba la coherencia formal y conceptual de todas sus propuestas. Cada una de sus acciones, era una experiencia visual. Como señalara María Elena Ramos, ellas “conectaron esa luminosa zona del mundo externo con la capacidad simbólica y poética que llevaban dentro”. El silencio predominaba y su poesía se expresaba en los gestos suaves, en las formas impecables y elegantes en cada acto.