Las notables notas del notable Henry James

 


 

 

Por Rafael Castillo Zapata.

Si a menudo Henry James nos deja estupefactos, aturdidos, embriagados por el vértigo que nos produce la intrincada y portentosa trama de sus relatos y de sus novelas, leer sus Cuadernos de notas no nos depara menos estupefacción, menos asombro y nuestra admiración y nuestro respeto por el gran arquitecto aumentan hasta alcanzar el punto de sentirnos impulsados, simplemente, a reverenciarlo, a rendirle la más sincera y aparatosa, si se quiere, de las pleitesías, y decir, abiertamente, sin tapujos ni vergüenza: “Sí, ¡qué grande, qué monstruosamente grande es James, el mago!”.

Basta, para comprobarlo, ver cómo, en las anotaciones de su Cuaderno de 1895, poco a poco va surgiendo, como siempre, de un concentrado núcleo de anécdota tomado en préstamo o robado descaradamente en medio de una reunión mundana, uno de nuestros relatos jamesianos favorito, Los tesoros de Poynton. Seguir y perseguir con el meticuloso artífice la marcha del relato desde ese germen aparentemente trivial hasta su concreción final, mediante el desarrollo expansivo de su materia, tallada y detallada hasta lo microscópico, a medida que James pule y repule, apuesta, avanza, retrocede, modifica, añade, ahonda, asegura, fija y traba; seguir de este modo, digo, en las entrañas de su fábrica secreta, el devenir del relato, no sólo es fascinante sino harto conveniente para quien escribe. El testimonio de lo que ocurre en las trastiendas del relato mientras se está haciendo, mientras se va fraguando y forjando, es, sin duda, invaluable para aquel que, metido en los tremedales de su propia empresa de escritura, necesita modelos que lo orienten y realizaciones que lo estimulen. Así funcionan estas notables notas de un maestro de la estrategia y de la intriga novelescas.

Dejo aquí, para cerrar, una muestra: “Me gustaría, Dios mediante, -anota James el 11 de agosto de 1895- planificar lo que resta a partir de este punto, tabularlo y ponerlo claro, determinarlo y resumirlo de modo tal de poder encaminarme sin pausas ni desvíos al clímax, al desenlace. Cada vez más siento que debo llegar a través de cosas como ésta, a la práctica adecuada y regular de cierta economía de planteo claro que me proporcionase, de hito en hito, los pasos, etapas, matices, sombras, junturas y goznes, cada uno en su sitio, del tema correspondiente -que me proporcione, en una palabra, el orden claro y la secuencia expresada-. Luego podré tomar sucesivamente de la tabla cada pieza dispuesta del pequeño mosaico”.