El canto de "Las Ranas", de Aristófanes

 


 

 

Por Humberto Ortiz.

La Ranas se representó por primera vez en el año 405 a. C.

Lo particular de esta obra de Aristófanes es que en ella el autor utiliza los valores artísticos de los grandes poetas trágicos, Esquilo y Eurípides, como excusa dramática. Las virtudes de sus versos, son revisadas por el mismo Dionisio, a quien le urge decidir cuál de los dos cantores es imprescindible para sostener el beneficio anímico y cultural que la tragedia ofrecía a la ciudad de Atenas.

En Las Ranas, la crítica artística se hace el argumento teatral.

Era usual en la comedias de Aristófanes la alusión burlesca a otros poetas, ya fuesen cómicos o trágicos. Pero en Las Ranas el conflicto a resolver es la misma poesía trágica. La pregunta fundamental, puesta en boca de Esquilo hacia Eurípides, es “¿por qué cualidad se debe admirar a un poeta?” La disputa toma así un fuerte carácter estético y filosófico.

Aristófanes acostumbraba introducir en sus obras una parábasis, esto es, un parlamento donde el coro conversaba directamente con los espectadores sobre cualquier tema, tuviera o no que ver con lo tratado en la comedia; en este caso se introduce una reflexión sobre las autoridades atenienses y el comportamiento ciudadano de entonces. Estos parlamentos sirven como límite entre las dos partes distintas que conforman esta comedia.

En la primera parte, vemos a Dionisio disfrazado de Heracles, con su esclavo Jantias, dispuestos a llegar hasta el Hades en busca del recién fallecido Eurípides. La relación de estos dos personajes en esa travesía le da el juego burlesco y satírico a toda la pieza. La picardía de Jantias y los temores de un Dionisio debilitado, muestran con gracia los riesgos de atreverse a descender al tártaro, incluso para el dios del vino. Al tomar los remos para cruzar el lago que separa la vida de la muerte, Dionisio escucha el canto de las ranas nombradas por el título de la comedia. La graciosa y grosera disputa entre el dios y los anfibios, le da el tono cómico propio a esta obra.

La segunda parte es más seria y el canto es el de los poetas. Los personajes salen a escena en plena disputa, ya que Eurípides reclama para sí el lugar de “mejor trágico” en el Hades, lugar que hasta entonces ocupaba Esquilo. Se da a entender que el bonachón de Sófocles había decidido no participar en esta polémica. Dionisio, que había venido a rescatar de la muerte a Eurípides, tras revisar los versos de ambos poetas, recitados por ellos mismos, se decide por la implicaciones morales que ofrecen las palabras de Esquilo.

Antes de volver a la vida, el viejo poeta le sugiere a Hades que le conceda su puesto, ahora vacante, a Sófocles.