"Los Amantes" de René Magritte
Por Susana Benko.
La estadía del artista belga René Magritte entre 1927 y 1930 en París tiene importancia particular. En primer término, porque fue el momento oportuno para conocer el surrealismo francés y a sus protagonistas, en especial a André Breton. Incluso, Magritte participó con ellos en algunas actividades. Por otro lado, en esos tres años produjo abundante obra y, en cierto modo, perfiló su camino a seguir. Esta experiencia tuvo también relevancia porque al final de esta estadía Magritte se dio cuenta de las profundas e irreconciliables diferencias que tenía con respecto a los procedimientos del grupo surrealista francés y, por supuesto, con las imposiciones políticas y creativas de Breton.
El surrealismo belga difiere en forma y concepto del surrealismo originario francés. Para empezar, Magritte rechazó categóricamente un arte sustentado en el automatismo psíquico que implica crear sin la regulación de la razón. No aceptó, obviamente, las teorías psicoanalíticas de Freud. Mucho menos concibió la creación bajo efecto de drogas u otros estímulos desencadenantes de la irracionalidad. Magritte es la encarnación de la disciplina y la razón. Su obra se sustenta en una reflexión depurada entre la imagen y los conceptos que subvierten nuestra percepción de la realidad. La surrealidad en sus pinturas resulta, entonces, de la unión de objetos dispares o de la alteración de la lógica de una situación para crear, según sus palabras, “un efecto poético perturbador”. Con ello quiso generar desconcierto, sorpresa y enigma en el espectador.
En estos días de pandemia y distanciamiento social, se ha hecho muy popular la obra titulada Los amantes de Magritte. Es una de las cuatro versiones que el artista pintó precisamente en París en 1928. En ella se muestra una pareja besándose, pero extrañamente no establecen contacto real. No se tocan carnalmente pues sus rostros están tapados con una tela. Esconder la identidad de los personajes es una constante en Magritte. Lo cierto es que estos amantes han dado pie a varias interpretaciones. Una de ellas consiste en asociar su significado al trauma vivido por el artista ante el suicidio de su madre, pues de niño vio cómo la sacaban del río con el rostro cubierto con una tela. Pero ya sabemos que Magritte detestaba las interpretaciones psicoanalíticas...
En la página web del Museo de Arte Moderno de Nueva York, propietario de la pieza, no se alude a la vida personal del artista. El MOMA da una explicación más acorde con su personalidad. Se señala que Magritte cubrió los rostros de los personajes para subvertir “nuestro placer voyerista” e ironizar la escena de un “beso cinematográfico”. En efecto, alteró así una realidad habitual y la transformó en una situación perturbadora. No obstante, hay estudiosos que señalan que la clave de esto pudiera estar en Fantômas, un villano enmascarado protagonista de una serie de folletines policíacos de la cual Magritte era, al parecer, un voraz lector.