Cristóbal Rojas y Arturo Michelena

 


 

 

Por Susana Benko.

Cuando Antonio Guzmán Blanco asumió el poder en Venezuela en el último tercio del siglo XIX, el arte, la arquitectura y el urbanismo tuvieron un importante desarrollo en el país. Ello ocurrió pese al talante autocrático que lo caracterizó.

Guzmán ordenó que el antiguo Instituto de Bellas Artes pasase a tener rango de Academia y, con ello, implantó un sistema de becas, exposiciones y premios. Fue así que en 1883 Cristóbal Rojas y Arturo Michelena se destacaron en la gran exposición homenaje al Centenario del Nacimiento del Libertador. Poco tiempo después, Rojas se fue a París gracias al premio obtenido en ese Salón, y dos años más tarde salió Michelena, al recibir la beca por parte de Joaquín Crespo, entonces presidente en el país por un corto periodo de dos años.

Ambos artistas consolidaron su amistad en París. Estudiaron en la Academia Julian, famosa institución adscrita a la Escuela de Bellas Artes de esa ciudad. Fueron años de aprendizaje. Michelena, en particular, obtuvo con gran esfuerzo importantes reconocimientos en los Salones de la Sociedad de Artistas Franceses. Este Salón era el gran evento anual que consagraba a los artistas académicos de entonces. También pasaron muchas penurias, pues Guzmán Blanco, en su segundo mandato, les quitó la beca cuando ellos se negaron a su petición de ir a Italia a estudiar, algo que es curioso pues Guzmán, paradójicamente, era admirador de la cultura francesa.

Las pinturas de Rojas y de Michelena pertenecientes a este periodo se distinguen por ofrecer una visión realista y a la vez emotiva de las escenas. La academia francesa exigía que los temas pintados dieran impresión de veracidad para lograr conmover al público. Era importante demostrar, asimismo, perfección técnica, dominio de grandes formatos, a escala humana. Así, Cristóbal Rojas obtuvo una mención honorífica en el Salón de 1886 con su obra La miseria, y Michelena, un año después, la medalla de oro de segunda clase, la más alta distinción dada a un artista extranjero, con la pieza El niño enfermo.

En aquel momento era frecuente pintar temas relacionados con la pobreza, la enfermedad y la muerte. Lo cierto es que la realidad superó a la ficción. Cristóbal Rojas se enfermó en Europa y falleció en 1890 en Caracas a la edad de 32 años. Arturo Michelena murió ocho años después. Tenía sólo 35 años. Ambos dejaron una obra ejemplar. Sin embargo, la tuberculosis fue el terrible flagelo de la época de cuya pandemia ambos pintores no pudieron escapar.