Camille Claudel, la escultora proscrita
Camille Claudel murió en 1943. Sin embargo, su vida realmente terminó treinta años antes, en 1913, primero cuando falleció su padre, quien fue en el fondo la única persona que la comprendió, y luego cuando su madre la encerró en un manicomio de donde nunca más salió. En este doloroso aislamiento, la familia pocas veces la visitó e hizo caso omiso a sus súplicas de sacarla de ese lugar.
Camille perdió su libertad y no volvió a crear, pese a ser considerada por el crítico Louis Vauxcelles una de las escultoras en “cuya frente” brillaba “el signo del genio”.
Pero ¿quién era Camille Claudel? Hasta no hace mucho sólo se decía que era una artista signada por el sufrimiento, alumna, modelo y amante del gran Auguste Rodin. Sin embargo, fue una escultora notable.
De niña se destacó por su habilidad en el modelado. Su padre, orgulloso, logró que ingresara en 1883 en la Academia Colarossi, uno de los pocos centros de enseñanza que aceptaba mujeres. Estudió asimismo bajo la tutela de Alfred Boucher. Tenía 19 años cuando conoció a Rodin. Éste, al ver su talento, la invitó a formar parte de su taller, y de allí resultó una relación, estrecha y a la vez escandalosa y conflictiva, que duró cerca de diez años.
La obra de Camille se distingue por su densidad simbólica y expresiva vista en el arrojo desenfrenado de sus personajes, razón por la que fuera considerada “inapropiada” para ser exhibida en espacios públicos. Por un lado expresa pasiones desbordadas debido a la sensualidad y posturas de las figuras, por el otro, muestra realidades torturantes y dolorosas. Sin embargo, es una de las artistas que mejor ha trabajado el movimiento y el dinamismo en la escultura.
Su declive emocional aumentó luego de la ruptura con Rodin en 1892. Necesitaba libertad y autonomía. Trabajó sola en su propio taller, expuso en salones y obtuvo encargos, pero la sombra del amante y del maestro la perseguía de manera obsesiva. Es posible que presintiera las ayudas discretas que Rodin hizo durante un tiempo para que ella pudiese vivir y crear. Hay muchas especulaciones al respecto. Lo cierto es que su paranoia y sus crisis de furia hacia él consumieron su salud mental. En consecuencia, destruyó parte de sus esculturas por temor a que Rodin las plagiara. Dejó de trabajar, la acosaron las penurias económicas, el permanente cuestionamiento y rechazo familiar. No pudo resistir esa soledad. De allí su trágico final.
En los últimos años ha crecido el interés por Camille Claudel. En 2017 abrió el museo que lleva su nombre, en Nogent-sur-Seine, al sureste de París. Se encuentra en la misma casa que su padre escogió para vivir y ayudarla a desarrollar su vocación. Hoy su obra finalmente recibe justa valoración.