Carlos Cruz-Diez
Por Susana Benko.
Recientemente el mundo entero recibió una noticia perturbadora: el deceso de Carlos Cruz-Diez, uno de los mayores exponentes del cinetismo y artista de gran proyección internacional. Su vida fue plena. Creó una hermosa familia que fue su gran aliada. Fue muy estimado pues tenía amigos en todas partes. Tan es así que cada 17 de agosto, muchos lo visitaban para celebrar su cumpleaños. Por ello, su desaparición física, faltando pocos días para cumplir 96 años, causó conmoción.
Cruz-Diez es modelo de disciplina y perseverancia. Desde muy joven, sintió especial fascinación por el color. De niño, observaba cómo se proyectaban en el suelo infinidad de colores provenientes de unas botellas de vidrio que pertenecían a su padre. Cada botella contenía una esencia de distinto color convirtiéndose en prismas gracias a los rayos del sol que entraban por la ventana. El color, entonces, terminó siendo su tema fundamental. Observador agudo de la realidad, estudió a fondo cómo vemos el color, cómo incide en ello la luz y porqué su percepción es de carácter inestable. En esto se fundamenta el cinetismo de Cruz-Diez.
Para llegar a estas conclusiones, analizó a los grandes maestros de la historia del arte y los aportes de la física, la química, la fisiología de la visión y la óptica. Concluyó que trabajando colores contrastantes dispuestos serialmente sobre un plano podía crear alteraciones en la percepción visual del espectador. Este principio básico sustenta las diversas series de Cruz-Diez, entre las cuales destacamos: sus Colores aditivos –en las que dos colores contrastantes generan la ilusión de un tercer color que vemos pero que en realidad no existe–; las Fisicromías y Cromointerferencias cuyas composiciones lineales dispuestas en relieve alteran la composición de las piezas según el desplazamiento o ubicación del espectador; las Transcromías y primeras Cámaras de cromosaturación, ambas compuestas por láminas de plexiglás de variados colores que filtran la luz y tiñen el ambiente de color. Con los años varió la concepción de las Cámaras y en lugar de plexiglás concibió un túnel blanco dividido en tres áreas determinadas por focos de luz de distinto color: verde, rojo y azul. Al recorrer el interior de esta Cámara, el espectador percibe los cambios de color. Éste deviene espacio, sin sujeción a una forma –salvo la del túnel– y se lo percibe como una maravillosa experiencia sensorial: la de vivir el color en su máxima pureza y saturación.
En Caracas podemos visitar una Cámara de cromosaturación. Se encuentra en el Museo de la Estampa y del Diseño Carlos Cruz-Diez ubicado en la Avenida Bolívar. Además de esta obra, hay muchas otras a escala monumental en las calles de diversas ciudades del país. Basta seguir su impronta de líneas y combinaciones cromáticas que son inconfundibles. Se trata del “sello Cruz-Diez”, ya imborrable en nuestra memoria colectiva. El maestro, en su esencia, está entre nosotros después de todo, pues su obra ha trascendido en tiempo y en espacio y lo coloca como un artista de talla universal.