Presencia de Ferdinand Bellermann en Venezuela
Por Susana Benko.
Ferdinand Bellermann salió del puerto de Hamburgo en mayo de 1842 y, mes y medio después, llegó a La Guaira cumpliendo así uno de sus deseos más preciados: conocer el nuevo mundo. Llegó estimulado por Alejandro de Humboldt, quien había venido al país entre 1799 y 1804 para realizar sus importantes expediciones científicas. Fue Humboldt, precisamente, quien intercedió ante el rey prusiano Federico Guillermo IV para que le otorgara la ayuda necesaria para realizar esta travesía, ya que en estos viajes científicos, era imprescindible la presencia de artistas para registrar e ilustrar la naturaleza.
Bellermann poseía una sólida formación académica, pues, estudió con reconocidos paisajistas alemanes. Además de pintor, le interesaba la geología. Creció con el gusto por las excursiones, lo que desarrolló su interés por el paisaje, la botánica y, asimismo, el conocimiento de culturas extranjeras.
Para un espíritu romántico como el de Bellermann, llegar a Venezuela fue el encuentro con la exuberancia tropical, algo que agudizó su sensibilidad hacia lo sublime. El paisaje venezolano estimuló sin duda esta percepción. En sus pinturas, vemos una naturaleza amplia, panorámica, envolvente. Esta emotividad la mantuvo también en sus ilustraciones botánicas que realizó de manera muy detallada.
Mientras hacía sus recorridos por el país, tomaba notas y realizaba bocetos en dibujos y en óleos de pequeños formatos. Años después, en Berlín, retomó estas imágenes para pintarlas en versiones que consideraba definitivas. Si bien la mayoría de estas obras y bocetos quedaron en Alemania como retribución al compromiso adquirido con el rey Federico Guillermo IV, dos obras notables se encuentran en la Galería de Arte Nacional en Caracas: En el Orinoco, pintada en 1860, dieciséis años después de esta expedición, y Atardecer a orillas del río Manzanares, que pintó posteriormente en 1867. En ambas piezas la vegetación se muestra majestuosa, lo que le ha valido el apodo de “pintor de las selvas vírgenes”.
En el Orinoco, vemos la imagen del río al atardecer. La ciudad de Angostura se encuentra al fondo. Las figuras humanas y los botes se ven reducidos ante la presencia poderosa de la naturaleza. La luz del atardecer lo inunda todo. Igual sucede en Atardecer a orillas del río Manzanares, obra en la que el sentimiento de “lo sublime” se manifiesta en la visión solitaria e imponente de la vegetación y el río. Ambas pinturas presentan, sin duda, una visión romántica de la naturaleza, lírica y hermosa.
Algunos historiadores consideran erróneamente la obra de Bellermann como precursora del impresionismo. Su técnica difiere notablemente de la de los impresionistas. Más bien, profundizó en el tratamiento detallista del paisaje propio de su formación alemana. Tuvo, además, gran admiración por las pinturas de Claude Lorrain, Nicolás Poussin y William Turner, quienes fueron insignes paisajistas.
En 1845 Ferdinand Bellermann regresó a Hamburgo llevando más de 650 bocetos realizados en Venezuela. No dejó de pintar nuestro paisaje hasta su muerte en 1889.