Vanguardia en Rusia (II). El suprematismo
Por Susana Benko.
En 1915, Kasimir Malevitch (1878-1935) escribió, con la colaboración del poeta revolucionario ruso Vladimir Maiakovski, el Manifiesto que dio origen al suprematismo. En este documento propuso las pautas esenciales de este movimiento pictórico. Luego, en 1920, amplió su contenido y fue editado como su obra teórica mayor bajo el título “El suprematismo como modelo de la no representación”. ¿Qué significa esto?
Para Malevitch el arte debía independizarse de la realidad. No copiarla. Ni siquiera sugerirla. De esta manera se daba “supremacía” a las emociones puras para experimentar así “sensaciones abstractas”. Sin duda la lectura de ese texto de 1920 es necesaria para seguirle los pasos a Malevitch. Gracias a éste comprendemos, entre otras cosas, porqué consideró que la geometría es la fuente proveedora de las formas más esenciales: el círculo, el cuadrado, el rectángulo y derivaciones como la figura de la cruz. En 1915 presentó en una exposición individual en Moscú una de las versiones del Cuadrado negro sobre fondo blanco, cuyo título ya describe en qué consiste la pieza. Esta muestra constituyó la primera concreción pictórica de sus ideas suprematistas.
Si bien la geometría adquiere relevancia conceptual en estas pinturas, hay otro elemento que cobra igual o mayor importancia en las ideas de Malevitch: se trata del vacío o el lugar de la no representación. En otras palabras, el espacio pictórico sobre el cual están dispuestas las formas. Precisamente porque éstas son las que permiten “la expresión pura del espacio”.
Para llegar a ello, Malevitch pasó por un proceso gradual de síntesis y reducción de las figuras. Sin salir de Rusia en los años iniciales del siglo XX, conoció los aportes de los cubistas y de los futuristas, sacando sus propias conclusiones. Escribió entonces lo siguiente: “El cuadrado negro sobre fondo blanco fue la primera forma de expresión de la sensibilidad no-objetiva: cuadrado = sensibilidad; fondo blanco = la Nada, lo que está fuera de la sensibilidad. De allí el concepto de la nada develada”.
Paralelamente, Malevitch profundizó en sus ideas suprematistas trabajando el color mediante planos rectangulares de diverso tamaño y grosor que parecen gravitar en el espacio pictórico. Se trata de composiciones a base de diagonales cuyo aparente movimiento pendular es consecuente con las búsquedas y anhelos de muchos artistas vanguardistas de esos años.
La voluntad reduccionista de Malevitch fue aumentando a partir de 1918 al pintar Cuadrado blanco sobre fondo blanco y una serie de obras similares. Esta pieza emblematiza, tal vez, su gran aporte al arte moderno: el concepto de abstracción absoluta, y con éste el crear en libertad con la única exigencia de la “pura sensibilidad plástica”. Una obra signada por una insondable contradicción con los posteriores preceptos revolucionarios rusos que radicalizaron la idea de un arte realista y social. Malevitch, pese a ese contexto, trabajó en Moscú y luego en San Petersburgo hasta su muerte en 1935.