Formas arcaicas en formas modernas

 

 

Por Susana Benko.

La creatividad en el arte no tiene límite. A través del tiempo, los artistas han concebido innumerables obras con nuevas propuestas formales, técnicas y conceptuales. Podemos ver asimismo cómo también hay temas que se repiten y, sin embargo, las obras resultantes son diferentes porque cambian los estilos, las técnicas e inclusive las intenciones de los artistas.

Es recurrente encontrar en el arte moderno obras que establecen relaciones formales con las artes de la antigüedad. Esto podría ser producto de una “sensibilidad coincidente” o de una capacidad, por parte de varios artistas, de visualizar reflexivamente formas arcaicas que resultan, en el fondo, afines a la sensibilidad moderna. Esto no sólo determina nuevos modos de reinterpretación o reinvención de formas, sino que denota la capacidad creadora de los artistas.

Ello ha sucedido aún cuando los objetivos de las piezas difieren. Cada época tiene su sino espiritual y el arte ha sido expresión de ello. Conocemos, gracias a estos testimonios visuales, las necesidades de cada cultura. En épocas remotas, el arte respondía a necesidades mágicas o a creencias religiosas; posteriormente a otros intereses que van desde un profundo sentimiento humanista a preocupaciones emocionales, sociales o políticas. Y desde los impresionistas en adelante, ha habido la voluntad de efectuar cambios radicales en los modos de expresión, sea por razones estéticas o conceptuales, lo que ha generado cambios sustanciales en la manera de trabajar.

En otras palabras, de una u otra forma, el arte es la concreción material de una idea, una creencia o un sentimiento que el artista realiza según sus necesidades individuales o colectivas. Tal vez esta definición nos ayude a encontrar un nexo común entre las diversas manifestaciones artísticas de todos los tiempos y culturas.

Casos notables los podemos apreciar en las renovaciones vanguardistas europeas de principios del siglo XX —que muchas se mantienen todavía en la actualidad— así como en el arte de otros contextos geográficamente diversos. Hay en la mayoría de ellos un elemento común: la voluntad de síntesis en la concepción de las formas. Esto es algo que existe en numerosos objetos de la antigüedad así como en aquellos de las comunidades consideradas originarias. Es un rasgo distintivo que se da tanto en pinturas rupestres como en las estatuillas de las Venus adiposas, en algunas figulinas prehispánicas, en el arte cicládico de la antigua Grecia, en las máscaras africanas o en los Tiki de la Polinesia, por mencionar apenas unos cuantos ejemplos. De alguna manera los artistas modernos han integrado o descubierto el potencial de estas manifestaciones culturales para generar nuevas soluciones plásticas sustentadas en la síntesis de formas. De allí precisamente la riqueza de los diversos lenguajes abstractos e incluso figurativos que representan buena parte del arte de los siglos XX y XXI.