Forma y estructura en los libros de María Fernanda Palacios. Dos: los índices
Por Rafael Castillo Zapata.
Otro rasgo precioso de la agrimensura y la arquitectura de los libros ensayísticos de María Fernanda Palacios es la elaboración no menos estratégica de sus índices. No hablemos ahora del sistema de los índices en María Fernanda Palacios, hablemos, más bien, del índice como sistema. Como sistemas, los índices de los libros de nuestra escritora son, con etimológica simetría, los mapas escalares de sus indicios: son anuncios para un inicio, la cartografía previa, el plano del recorrido que se va a emprender. Como mapas del libro, como topografías de un territorio que se despliega a la vez como descripción estructural de su contenido, los índices son, por eso, como diría Novalis, fragmentos del porvenir, constituyen el esquema crucial de una promesa: la promesa del devenir de la lectura que ese haz de indicios invita a hacer. Como mapa, el índice es una carta de marear, un texto potencial que se dispone como profecía de una lectura posible, anticipación pormenorizada de un viaje que el lector está a punto de emprender, para explorar los escenarios, los paisajes que ese plano le ofrece de antemano, incitándolo y excitándolo a emprender la travesía.
En los libros de María Fernanda Palacios, los índices no constituyen, pues, meras marcas de orientación, simples esquemas de balizaje previo: son auténticos tratados sintéticos donde el libro que no hemos leído todavía se intuye completo en la sólida vertebración de algo más que su esqueleto.
Esto puede verse una vez más de manera ejemplar en Ifigenia. Mitología de la doncella criolla. Aquí, como en Sabor y saber de la lengua, el índice es, por supuesto, el plano general del libro, el despliegue virtual de lo que podríamos llamar su maqueta: en él el libro entero está presente para ser contemplado como se contemplan los planos de un edificio, sus plantas y sus cortes. Armado con una precisión milimétrica, la articulación pormenorizada de cada parte, de cada capítulo, de cada apartado interno, hacen del índice de este libro una auténtica mina de insinuaciones. Leyéndolo detenidamente antes de entrar en el texto donde se desarrolla la disertación propiamente dicha uno puede pasarse mucho tiempo imaginando lo que esa disertación debería ser, fascinado por la belleza de los títulos y los intertítulos, con sus ricas sugestiones de sentido: ¿qué puede haber, se pregunta el lector cautivado, en esa región del texto que se identifica como “Hermética del corral”? ¿Qué serán “El encaje de la escritura” o “Los perros de la invectiva”? ¿Qué premoniciones se encierran en “Cazadora y casadera”, en “Gato enmarañado” o en “Un río conversando disparates”? Gancho de seducción, los índices de María Fernanda Palacios son, como sus epígrafes, poderosos anzuelos de lectura.