Forma y estructura en los libros de María Fernanda Palacios. Cuatro: coda final

 


 

 

Por Rafael Castillo Zapata.

Hay libros que demuestran que están vivos no sólo porque son leídos o comentados, sino porque cuando se vuelven a editar, en la medida precisamente en que son leídos y comentados, ya no son los mismos que eran cuando aparecieron por primera vez para captar adeptos en el ancho y complejo mundo de su recepción literaria. El paso del tiempo los afecta, sin duda alguna. Pero no los afecta a todos de la misma manera. Muchos libros se reeditan sin modificación de ningún tipo en su estructura y son recibidos por nuevos lectores como novedades; mientras que para los antiguos, son renovación de un placer ya saboreado y, eventualmente, revelación de facetas del texto no advertidas la vez anterior, no porque el libro haya cambiado, sino porque el lector cambió, ya que está vivo, como el libro que vuelve a leer. Pero a veces ocurre que, en las manos de su autor, un libro crece mientras transcurre el tiempo de su aventurada vida literaria y, cuando vuelve a publicarlo, lo entrega a la consideración de su auditorio conocido como un libro muy distinto, alterado en su composición y en sus asuntos. Hay libros, pues, que vuelven a dar la cara con otro rostro y otro cuerpo, con otros gestos y ademanes en su segunda (o tercera) vuelta al ruedo. Este fenómeno puede verificarse, al menos, en uno de los libros de ensayos de María Fernanda Palacios. Me refiero a Sabor y saber de la lengua, que ha tenido la fortuna de ser editado dos veces y reconstruido para una tercera que, por razones circunstanciales, no se llevó a cabo y quedó en maqueta, como una promesa suspendida.

Quiero referirme hoy, para cerrar este pequeño ciclo dedicado a la gran escritora y magnífica maestra que es nuestra autora, precisamente al índice de esa tercera edición, en donde se avizora un libro enriquecido con nuevos escenarios y nuevos abordajes críticos. En su edición previa, la segunda, Sabor y saber de la lengua se paseaba por el paisaje de la crítica literaria y sus lenguajes, por escritores como Proust y como Kafka, y por algunos temas de literatura venezolana entre los que sobresalen sus lúcidas reflexiones sobre el ensayo y un espléndido homenaje a la poesía de Guillermo Sucre. El índice de la tercera edición proyectada muestra que la planta del libro se ha ensanchado y enriquecido. A lo ya conocido se agrega un abanico de novedades sustanciales: un elogio de la lectura y una defensa del estudio no sistemático, una visita a Lezama Lima y la espera del poema, un paso por el Sur de Faulkner, otros dos por la poesía de Rafael Cadenas, y unos cuantos sobre temas que atañen al intelectual contemporáneo y los desafíos que lo embargan. Libro viejo y nuevo a la vez, libro vivo, en su tercera vuelta, Sabor y saber de la lengua es un libro que exige ser liberado del limbo editorial donde lo abandonó la desidia o la mala suerte.