Las metamorfosis imaginarias de la materia y la caricatura: Aragon, Benjamin, Grandville
Por Rafael Castillo Zapata.
A medida que se va leyendo El campesino de París, el recuerdo de Grandville, el gran caricaturista de la época de Baudelaire, se nos va imponiendo como una referencia persistente. Cuando el paseante que atraviesa el Pasaje de la Ópera se topa al salir de un café con una tienda de bastones y es testigo, entonces, de la metamorfosis alucinatoria de esos objetos que, de pronto, se convierten en remedos fantasmagóricos de ciertos especímenes de la flora y la fauna submarinas; o cuando se detiene ante la vitrina del peluquero de señoras y los utensilios de trabajo se le antojan “grandes fieras modernas” acechando a “la hembra del hombre presa de las tenacillas: el secador mecánico con su cuello de serpiente, el tubo de rayas violetas, de ojos tan dulces, el fumigatorio con aliento de verano, todos los instrumentos hipócritas y dispuestos a morder, todos los esclavos de acero que un buen día se sublevarán”, se nos viene a la memoria sin remedio aquella ilustración, recogida en su libro El otro mundo, en la que Grandville convierte, precisamente, los peines, los cepillos, las pelucas, las brochas, las aplicaciones y los adornos para el pelo en una colección de vida marina. ¿No es Grandville un antepasado inevitable de esas metamorfosis imaginarias de la materia que encontramos en el universo surrealista? En “París, capital del siglo XIX”, Benjamin vincula las ilustraciones de Grandville con el espectáculo de las mercancías en las Exposiciones Universales: “La entronización de la mercancía y el fulgor de disipación que la rodea son el tema secreto del arte de Grandville. A él corresponde la escisión entre su elemento utópico y su elemento cínico. Sus alambicamientos en la representación de naturalezas muertas corresponden a lo que Marx llama ‘los caprichos teológicos’ de la mercancía. Se sedimentan manifiestamente en la specialité, denominación de la mercancía que, en esa época, surge de la industria del lujo. Bajo el lápiz de Grandville la naturaleza entera se transforma en especialidades. La presenta con el mismo espíritu con que los anuncios (la palabra réclame surge también por entonces) comienzan a presentar sus artículos”.
Aquí tenemos pues a Grandville, otro surrealista avant la lettre -como tantos otros señalados por Breton-, leído por ese surrealista de corazón y de intención que fue Walter Benjamin, paseante solitario por entre las ruinas de la modernidad que sobreviven del viejo París.