El colombismo de un poeta (I) baedeker 2000 de Andrés Eloy Blanco

Por Rafael Castillo Zapata.
Entre la muy variada emergencia de movimientos literarios de las tres primeras décadas del siglo XX en Hispanoamérica, uno es, quizás, el más secreto y discreto, el menos conocido: el colombismo. Es un movimiento tardío y, además, como en el caso del creacionismo, es el movimiento de un solo poeta, de un poeta que, en solitario, lo instituye en el preámbulo de un libro que aparece en 1938, cuando la mayor parte de las vanguardias han visto declinar su originaria efervescencia combativa. Ese libro, Baedeker 2000, de Andrés Eloy Blanco, recoge poemas escritos durante el presidio del poeta, recluido en la Cárcel de Puerto Cabello, donde pagaba condena por su participación en los disturbios de la Semana del Estudiante de 1928, cuya celebración fue el detonador de violentas protestas contra el régimen del dictador de turno, el General Juan Vicente Gómez. Estas protestas coinciden con la aparición de la primera revista de vanguardia en Venezuela: válvula, cuyo único número es emblema de la fuerte impregnación política de nuestras primeras revueltas estéticas. De este modo, el colombismo está ligado directamente con una experiencia concreta de opresión y privación de libertad que provoca una serie de visiones y anticipaciones de emancipación que involucran al propio poeta y, con él, a toda la sociedad venezolana y latinoamericana, por natural y voluntaria proyección solidaria. Como el propio poeta dijo, en otra parte, el colombismo aspira al regreso del Poeta a la Humanidad y a la incorporación de lo lírico a las fuerzas útiles del mundo.
El escenario donde se postula el colombismo es, pues, un libro de poesía carcelaria marcado por el ímpetu renovador y revolucionario propio del activismo militante vanguardista. En él, Blanco recoge las principales líneas maestras de las vanguardias de Hispanoamérica hasta la fecha, decantándolas y aclimatándolas a su singular situación existencial: la poética vanguardista recuperada desde la cárcel se impregna de un nuevo brío redencionista, de un nuevo ímpetu libertario.
En presencia del mundo indeseable, irrespirable, insoportable, en presencia de la realidad rechazada por el ser, el Poeta intenta la evasión, crea su mundo y se mete en él; ya no vive sino en él; ni un minuto más está en la cárcel. Ha creado la realidad deseable.
Pero esta realidad deseable no es una realidad que el poeta construye para sí mismo. En la poesía carcelaria de Blanco la evasión del mundo opresivo constituye la invocación de una realidad ampliada futura donde habrá de tener cabida toda la Humanidad liberada, pues el mundo todo es ya una cárcel y el hombre, rehén de un poder opresivo planetario.
El Poeta, en ninguna hora de su evasión, se fugó solo. Embarcadas con él, almas de hombres y almas de pueblos emproan la ruta de la superación.
