Edda Armas: Poesía y dedicación.

Por Rafael Castillo Zapata.
Como lectora y como autora, Edda Armas, tan fiel a sus afectos sentimentales y existenciales como a sus afectos literarios e intelectuales, es una destacada cultora de la amistad poética: su experiencia de poeta trasciende los estrictos límites de la factura del poema y se abre generosa a un exterior, no menos poético, donde la poesía vive en el juego de las alianzas y los vínculos que sabe establecer con sus iguales en el ancho mundo de la comunidad de poetas hispanohablantes. Estamos ante una poeta que teje vínculos, que alienta y alimenta diálogos que son apelación e interpelación del otro, en un ejercicio ético que responde a un natural impulso de preocupación y afección por sus semejantes.
Esta inclinación natural de Edda Armas hacia los otros a través de la mediación preciosa que le provee la poesía, forma esencial de intercambio humano, fundadora de mundo, adquiere configuraciones peculiares como parte de su apuesta poética. Entre esas configuraciones destaca una que resulta especialmente relevante. Me refiero a la dedicatoria como forma de apelación que es a la vez reconocimiento y celebración del otro, destinatario de su ofrenda; dispositivo de conmemoración que busca la permanencia anímica y cordial de aquel o aquella a quien se nombra o se cita en el afecto del poeta, que expresa así su admiración y su respeto.
Roland Barthes ha dicho que la dedicatoria es un “episodio de lenguaje que acompaña todo regalo amoroso, real o proyectado”. Pues bien, sea bajo la forma de la ofrenda nominal del envío y el ofrecimiento -dedicar es ofrendar al otro algo, y ofrendar es ofrecer, pero ofrecer como homenaje; es una forma a la vez elegíaca y apologética de tener presente a quien se invoca-, sea bajo la forma de la cita de un texto amado, predilecto, que el afecto, cordial, y el intelecto, rescatan y destacan, fijándolo en el tiempo repitiéndolo, sacándolo, como fragmento, fuera de su contexto original para hacerlo resonar en otra dimensión que profundice el juego de ecos que el fragmento está llamado a cumplir, la dedicatoria es una prenda de elogio y reconocimiento.
La poesía de Edda Armas es, en efecto, rica en ofrendas a los amigos, a los parientes, pero sobre todo a los poetas; y es rica además en citas, generosos homenajes a la palabra ajena que es también un gesto de apropiación que señala una identificación, una coincidencia, un punto de vista compartido. La dedicatoria y la cita son a la vez celebración del otro -de su expresión, de su pensamiento- y afirmación del propio sujeto que cita, evidencia de su pertenencia consciente y voluntaria a una familia de autores que son espejo y proyección de su manera de entender el mundo y el arte, la literatura, la vida, el poema.
