De la inspiración creadora

 


 

 

Por Humberto Ortiz.

En nuestros tiempos, la inspiración dejó de demandar, como había sido desde siempre, el abandono de la voluntad para dejar hablar a las dioses. Se trata ahora de disponer la individualidad para que en su intimidad se abra un lugar propicio para el reconocimiento de “la otra voz”. La voluntad aquí ya no es la decisión impulsora de los deseos, sino la disposición íntima del sentir, “anterior a toda operación intelectual”, para hacer posible la creación. La inspiración se manifiesta como una certeza que, como en Platón, arrebata al instante en que es recibida, pero no anula a la persona, sino que ofrece un entusiasmo intuitivo capaz de ahondar en las intimidades del mismo sentir, en su tenso trato con el afuera. Lo que exige la inspiración es la disposición receptiva del artista para trascenderse a sí mismo.

Escribe Hanni Ossot: “El éxtasis es una gracia concedida al prisionero del yo y del cuerpo, júbilo para el enfermo, inocencia para el en extremo lúcido: aquél que ha agotado todos los sentidos de la vida y que al borde del vacío recibe como última dádiva la exaltación del vértigo, del abismo, de lo sin fondo.”

La inspiración creadora se ofrece como un vacío interior que estimula construir con la materia o con la palabra, una forma que pueda contener conjugadas las fuerzas anímicas humanas y lo que a ellas es dado. La creación se hace, así, expresión del anhelar puro y sin restricciones del sentir, siempre expuesto a las relaciones que tejemos con lo que no somos y con lo que no hemos sido hasta entonces. El éxtasis inspirado abre la atención al “sí mismo” con la que se levanta la individualidad, para sumergirla en un estado donde el sujeto y lo que no es el sujeto puedan enlazarse en una nueva forma, ante el vacío del siempre posible sin sentido. La poesía y el arte le ofrecen un nuevo camino a la temporalidad del sentir. El lugar de la inspiración sería un momento de alto nivel de sensibilidad, que exige una atención minuciosa del íntimo y continuo acontecer.

Aclara Octavio Paz: “La inspiración, la “otra voz”, la “otredad” son, en su esencia, la temporalidad manado, manifestándose sin cesar. Inspiración, “otredad”, libertad y temporalidad son trascendencia. Pero son trascendencia, movimiento del ser, (…) Hacia nosotros mismos.”.

¡La inspiración como el aliento de la fuerza paradójica de la imaginación!