Cristianismo oriental e imperial en Ravena

 


 

 

Por Humberto Ortiz.

Justiniano I (483-564) fomentó la unión del Estado y la Iglesia para centralizar el poder de un verdadero césar; consideraba que el imperio era una unidad administrativa establecida por Dios, y el emperador, el líder de esa verdad mundana.

Desde su ascenso reforzó el absolutismo monárquico. Todo el ceremonial cortesano giraba en torno a las construcciones religiosas y la jerarquía eclesiástica se hizo instrumento del poder: lo político se enlazó al dogmatismo de la fe cristiana1.

La Iglesia de san Vital, originalmente patrocinada por el arzobispo Ecclesio cuando gobernaban aún los ostrogodos, se hizo centro del poder imperial en occidente desde que, el ejército oriental, al mando del general Belisario (505-565), se apoderó de Ravena.

La iglesia fue consagrada por el arzobispo Maximiliano (499-566), quien supervisó la remodelación según las exigencias imperiales, con el financiamiento de Juliano Argentario, un banquero de origen griego.

Aunque la ciudad fue retomada por los ostrogodos, el general Narsés (478-573), sucesor de Belisario por instigaciones de la emperatriz Teodora (500-548), la reconquista. Los templos heréticos fueron, entonces, expropiados y adaptados al cristianismo ortodoxo.

Todos estos personajes fueron dibujados en los mosaicos que se conservan en el presbiterio del templo. Forman los séquitos que acompañan las imágenes del matrimonio imperial que nunca visitó Ravena.

Del lado de las epístolas vemos a Teodora, con nimbo, ataviada con muchas joyas. Viste una túnica púrpura, bordada en los bajos con los reyes magos. El rostro es plano, con los ojos muy abiertos. Porta entre las manos un cáliz, como para participar de la eucaristía. La acompañan Antonia y Juana, esposa e hija de Belisario, seguidas por unas doncellas. Aunque todas están en posición frontal con los pies abiertos, parecen disponerse a salir de la habitación guiadas por dos chambelanes, seguramente eunucos; uno de ellos abre una cortina colgante detrás de una fuente bautismal. Todas las figuras tienen la misma altura2, la emperatriz parece más alta, pues lleva una engalanada corona. Los vestidos de las damas son ricos en colores, también la decoración ambiental y los bordes alrededor de la escena.

Del lado de los evangelios está Justiniano, con nimbo, rodeado de sacerdotes y soldados. Viste una túnica blanca con banda dorada, cubierta por una clámide púrpura, cerrada al hombro por una suntuosa fíbula. El manto imperial tiene un tablión3 dorado, rojo y verde. A su lado, Maximiliano porta una cruz decorada y dos sacerdotes sostienen un evangelio y un incensario. Detrás se ve a quien pudiera ser Juliano Argentario. Del otro lado están dos funcionarios de blanco con tabliones púrpuras, se identifican con Belisario y Narsés, quien, como eunuco, podría ser un acompañante de Teodora. Los siguen un grupo de soldados; uno porta el escudo con el crismón. El emperador, más alto por su corona, ofrece a la eucaristía un recipiente con el pan. Predominan los colores blanco y púrpura. El fondo es dorado.

Son ejemplos característicos del arte cristiano romano oriental, hoy llamado arte bizantino.

El exarcado de Ravena, gobierno representativo del Imperio de Constantinopla, duró hasta el 751.



1Se habla de cesaropapismo cuando se unifican las autoridades religiosas y políticas en una sola persona.
2 Isocefalia: Norma artística que alinea las cabezas a una misma.
3Tablión: recuadro rectangular como motivo ornamental muy usado por los poderosos en el Imperio romano oriental.