Cartas a Theo: el decir de una voluntad creadora

 


 

 

Por Humberto Ortiz.

La lectura de la correspondencia de Vincent Van Gogh (1853-1890), entraña una curiosidad por indagar en la vida de este pintor, convertido en una de las leyendas más valiosas de la cultura actual, bajo la categoría del “genial artista loco”.

Una vez comenzadas a leer las cartas, subyuga la autenticidad de una escritura que delata un temperamento rudo y suave al mismo tiempo; sorprenden las detalladas descripciones de la naturaleza, las profundas indagaciones sobre la pintura, los comentarios sobre otros pintores, sus agudas reflexiones sobre la vida de los campesino y de los mineros.

Pero lo que causa la mayor admiración es el vigor de Vincent para exponerle a su hermano y confidente Theo, los procesos de elaboración de sus proyectos de vida, los religiosos primero, luego los artísticos.

Vincent se quejaba poco de sus padecimientos anímicos o económicos, cuando lo hacía era en referencia siempre a la actividad que realizaba. Tales padecimientos formaban parte innegable de una vida compleja en matices afectivos. Pero en los momentos críticos tuvo la serenidad por llevar esas dificultades sin lamentos exagerados y con una paciencia sorprendente.

La afamada locura del pintor se disuelve en las cartas bajo la claridad de una voluntad atenta a una frágil situación vital. Esto permite suponer una lucidez introspectiva por abrirse un camino sin negar las particularidades de su carácter. Sus cartas ofrecen la posibilidad de una meditación sobre el dolor de la condición humana, visto a través de un hombre que se empeña -quizás más allá de sus fuerzas- en ser honesto consigo mismo y fiel a las posibilidades expresivas de una actividad, asumida como aprehensión y contacto íntimo con la realidad y con la naturaleza.

Esa introspección toca distintos temas, pero todos responden a una misma sensibilidad. El destinatario de las cartas era cuatro años menor y, además de ser el hermano por quien tenía mayor afecto, era también su proveedor económico.

Vincent le envía a Theo más de 650 cartas entre 1872 y 1890. Durante estos 18 años, Theo asumió el papel del proveedor económico, el del amigo y el del confidente, sin reclamo alguno. Vincent vio siempre en su hermano menor un alma afín, que tenía la facultad de seguirlo hasta en sus más personales reflexiones.

El 27 de julio de 1890, Vincent sale a pintar a los campos. Entra en el patio de una granja y, oculto en un rincón, se pega un tiro en el pecho. Se arrastra hasta su habitación. Al día siguiente, Theo lo encuentra sentado en la cama, fumando. Dicen que ante los intentos de Theo por animarlo, sus palabras fueron: “Es inútil, la tristeza será eterna”. Vincent Van Gogh muere dos días después. Tenía 37 años.