El amor platónico y la belleza

 


 

 

Por Humberto Ortiz.

Para el pensador griego, Platón, el alma humana ha de ser imaginada como una carreta movida por dos caballos, uno manso y otro impetuoso. El amor, que siempre nace ante una bella apariencia, conmueve al alma y esos caballos entran en contradicción. El deseo posesivo del caballo impetuoso desboca la pasión. El conductor ha de poner como guía del alma al caballo manso, para poder ver en el cuerpo deseado el verdadero bien que una belleza ofrece al alma enamorada, que no es otra cosa que la posibilidad de trascendencia, de alcanzar un sentido real de existencia.

Somos, para Platón, naturalmente movidos por un sentimiento de fascinación por lo aparecido y, a la vez, por una función racional que mide esas emociones. El Amor platónico es concebido como un despertar anímico que mueve al humano hacia algo que intuye como trascendental. Y la labor de la razón es la de ayudar a ese ímpetu amoroso a vislumbrar la belleza corporal como manifestación física de una belleza más profunda e importante, que es la causa verdadera de la pasión amorosa.

La tensión que causa esa disputa entre los dos corceles del alma es la que determina la existencia de cada cual. Si queremos alcanzar la felicidad, nuestra inteligencia debe aprender a manejar nuestra pasión, y, sin negarla, encausarla por el camino más cercano a la trascendencia. Y es que el amor nacido ante la belleza ofrece no sólo deseos pasionales, sino también un posible ideal humano al que somos llamados para llegar a ser plenamente. Es gracias al amor que intuimos lo que nos es ofrecido a cada uno como sentido vital. Por el amor, reconocemos la Verdad que nos sostiene afectiva y anímicamente, que es la verdadera Belleza.

Así entendida, la contemplación de la belleza perfecciona entonces la visión y la integridad moral. Cuando comprendemos lo que somos y lo que es este mundo en sus distintas manifestaciones estamos en el ideal del estado amoroso y alcanzamos la sabiduría, que es lo esencialmente Bello. El sabio se libera de la atracción de lo singular, incluso de la servidumbre a lo particular amado, y se hace independiente. Sigue en el estado amoroso, pero amando lo ideal contemplado, comprendido. El Amor se hace libre, cuanto más bello y universal sea el objeto de su amor. En Platón, el amor por la belleza es la íntima pasión de la Razón y juntos alcanzan lo verdadero.