Las Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes

 


 

 

Por Álvaro Mata

Miguel de Cervantes no sólo fue autor de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha, novela fundacional del género, sino también de algunas deliciosas novelas “menores” que no tienen pérdida, a las cuales “Heles dado el nombre de Ejemplares, y si bien lo miras no hay ninguna de quien no se pueda sacar algún ejemplo provechoso”, como anota en el Prólogo.

Publicadas en 1613, en las Novelas ejemplares Cervantes apela a su rica experiencia de vida y recrea diversos ambientes: cristianos cautivos en Turquía, gitanos, damas refinadas, gente de pueblo y rufianes, todos envueltos en aventuras, amores, celos, reencuentros inesperados, naufragios, no exentos de picaresca y mucho humor.

La presencia del (des)engaño, propio del Siglo de Oro español, es patente en las historias. De esta manera, los mozos resultan ser muchachas; las fregonas o las gitanas, duquesas; los jóvenes pícaros, gentilhombres; la inglesa, una española; el musulmán, un buen cristiano… Todo un collage que nos pasa una imagen bastante realista de la España de entonces.

Las Novelas ejemplares son doce novelas cortas que siguen el modelo establecido en Italia, que Cervantes recoge e introduce de una forma nueva en la literatura española. De hecho, él mismo se jacta en el prólogo de haber sido el primero en escribir en castellano este tipo de novelas: “Yo soy el primero que he novelado en lengua castellana, que las muchas novelas que en ella andan impresas, todas son traducidas de lenguas extranjeras, y éstas son mías propias, no imitadas ni hurtadas; mi ingenio las engendró, y las parió mi pluma, y van creciendo en los brazos de la imprenta”.

Es Cervantes quien introduce la palabra novela al español y echa las bases del género literario al darle preponderancia al diálogo, haciendo dinámica la narración, eliminando los elementos sobrenaturales, e introduciendo la vida real, dándole verosimilitud y dinamismo a los relatos.

Sin embargo, las ambiciones del gran “manco de Lepanto” fueron mucho más modestas, tal como nos las plantea en su prólogo: “Mi intento ha sido poner en la plaza de nuestra república una mesa de trucos, donde cada uno pueda llegar a entretenerse, sin daño de barras; digo, sin daño del alma ni del cuerpo, porque los ejercicios honestos y agradables, antes aprovechan que dañan”.

¿Por qué no hacerle caso, entonces, al maestro, y leer estas Novelas ejemplares, en principio, con esos ojos?

Imprimir texto