Emerio Darío Lunar

 


 

 

Por Álvaro Mata

En una costa minada de torres petroleras, nació el 27 de enero de 1940 en el Barrio Las Cabillas, de Cabimas, Emerio Darío Lunar, uno de los grandes inclasificables del arte venezolano.

Sin haber recibido instrucción previa, y guiándose por fotografías de revistas, pinta sus primeras telas, de una calidad sorprendente y con un discurso poco convencional.

La obra de Emerio Darío Lunar muestra construcciones arquitectónicas fantásticas plasmadas en perspectivas interminables. La sensación de vacío, soledad, aislamiento y opresión es patente, y la atmosfera enrarecida y misteriosa lleva al espectador a un espacio psíquico que le es familiar, porque lo ha entrevisto en sueños.

Otros motivos explorados son las naturalezas muertas, paisajes insólitos y retratos de personajes reales y seres fantasmales, siempre con la frialdad glacial característica de sus atmósferas creadas en la ardiente Cabimas, de donde casi nunca salió.

Lunar pintaba sus cuadros sobre telas sin preparar, fijadas con tachuelas a una superficie improvisada. No usaba bocetos detallados, sino que con un lápiz trazaba a grandes rasgos la composición, a la que luego daba vida con pinturas industriales disueltas en kerosén.

La obra de Lunar se dio a conocer más allá de su terruño, y fue impulsada por promotores artísticos de la talla de Sofía Imber y Oscar González Bogen. La gente iba a su casa a comprar sus obras. Trabajaba a un ritmo frenético de lunes a viernes y descansaba los fines de semana. Nunca faltaba en el centro de su taller una cava repleta de cervezas.

Dirá el crítico de arte Perán Erminy de la obra de Emerio Darío Lunar: “En los muros que limitan sus espacios se revela el neurótico universo cerrado del artista. El hombre se encuentra solo y perdido entre galerías y muros interminables”.

Así las cosas, la frialdad de sus figuras y lo laberíntico de sus estructuras se tradujeron en severas las crisis depresivas y psicóticas que cada vez se hicieron más frecuentes.

En 1990 fue diagnosticado de cáncer, y a finales de ese mismo año murió en Cabimas. “Estoy satisfecho con mi vida. Todo lo he hecho ya... Que la gente me recuerde por mis cuadros. Como persona, me da igual que me recuerden o no”, dijo Lunar en una entrevista poco antes de morir. Tenía 50 años de edad.