Las “almas atrapadas” de Gabriel Morera

 


 

 

Por Álvaro Mata

Poco más de veinte años tenía Gabriel Morera cuando llegó a Venezuela procedente de su natal España, donde había estudiado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Rápidamente se incorporó al circuito expositivo local de entonces, con unas expresivas telas que llamó Cabezas filosóficas, referencia del informalismo venezolano y emblemas de la iconoclasta agrupación El Techo de la Ballena, de la cual formó parte. Y aunque además del informalismo, exploró el surrealismo y el pop, son sus cajas-ensamblajes sus obras más recordadas, poseedoras de un lenguaje inconfundible, con el acento puesto en los viajes, el cosmos y la astrología.

Viajero impenitente, Morera va a Nueva York y descubre la obra de Joseph Cornell. Estimulado por ella, hacia 1963, comienza a desarrollar sus propios ensamblajes con objetos encontrados, que establecen un íntimo diálogo, se hermanan, construyendo un fragmento ordenado que deviene en un mundo en sí mismo. La luna y lo lunar son motivos recurrentes, y las cimeras de estas obras prefiguran altares o reliquias de una devoción sideral.

Experimentó con diversas formas y materiales. En los años 60, creó los Orthos, cajas con espejos y lentes que generaban ilusiones ópticas. A partir de 1977, comenzó a trabajar con maderas envejecidas por la playa y espejos que habían perdido su azogue, introduciendo al espectador y al contexto inmediato en la obra, pero también el elemento tiempo: desvaído, brumoso, pasado, y muy presente. En los 80, incursionó en el vidrio fundido, creando copas celestiales que se alzaban como ofrendas, y ya en los 90, sus cajas evolucionaron a pequeños armarios de metal y vidrio, con puertas y compartimentos que atesoran una personalísima arqueología.

Las cajas de Morera invitan al recogimiento y la intimidad, y reflejan sus incesantes viajes, como el encuentro con las culturas originarias del Amazonas, que inspiraron la serie Pájaros amazónicos. Otros conjuntos notables incluyen los Zapatos celestiales, ensamblajes realizados con calzado recogido en playas, o las Heroínas literarias, en las que se reitera la bella figura de Teresa de la Parra, entre otras escritoras de postín, haciendo énfasis en los palimpsestos y en la palabra escrita, pues esta aquí juega un papel crucial. Morera creó mundos que encierran lo ilimitado, memoria de un viaje vital. “Cajas de almas atrapadas”, como él las llamaba, donde lo efímero y lo eterno se entrelazan armónicamente, revelándonos un íntimo diálogo con el misterio de la existencia.

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